
¿Dónde se quedó el valor del compromiso?
Hoy, después de una sesión de coahing ejecutivo con un alto directivo de una notable compañía farmacéutica española, caminábamos charlando sobre dónde se quedó el valor del compromiso.
En silencio, parado en un semáforo, veía las mastodónticas obras del estadio del paseo de la Castellana. Recordé que este invierno pasado (si, en invierno), se celebró la final del campeonato del mundo de futbol.
No soy aficionado. Menos, en las circunstancias de celebración de la última copa del mundo. Me refiero al nivel obsceno de escándalo que ha envuelto a todo lo relacionado con la organización del campeonato en Qatar, la FIFA, la concesión de los últimos mundiales (Rusia, Qatar,..). Las implicaciones, presuntamente alcanzaron a algunos parlamentarios europeos.
A mi alrededor, todo es afición al mal llamado “deporte rey”; familia, amigos, clientes, etc. Es prácticamente inevitable sortear el influjo de lo relacionado con el mundial, e incluso del modo de vivir que esta máquina de hacer dinero, desprovista de los más mínimos principios y valores, nos ha impuesto a la debilitada y manipulada sociedad actual.
Deporte, valores y compromiso
Cuando, con cierta indignación, hablo de si llegará el momento en el que aceptemos la responsabilidad social que nos toca, mis amigos me dicen: ¡Sólo es deporte!, ¡Qué le vas a hacer! Quizá sea por mis años de práctica deportiva a alto nivel, pero el compromiso con mi equipo y con su valores era total. Ese era el pilar de los buenos resultados.
No puedo evitar preguntarme, donde se quedó el valor del compromiso. Quizá este sea el mayor problema. La indolencia sobre la pérdida de algunos valores, del que se ha contagiado una parte importante de nuestra sociedad, nuestra forma de vivir, nuestra cultura, y la propia civilización.
Etimológicamente, compromiso, tiene su origen en el «contrato» o la obligación que las partes contraen. Quizá aun haya alguien que recuerde cuál es el nuestro.
Todo carece de importancia, escusados en la mayor; el supuesto deporte. Ignoramos las irregularidades, por decir algo, de una organización omnipresente en los círculos económicos y de poder del mundo actual. De quien promueve y organiza, de las anómalas condiciones en las que se desarrolló el campeonato, o de la manipulación y lavado de cara de muchos estados participantes.
Seguramente, tanto si individuos como yo hacemos algo, como si no lo hacemos, la rueda de la corrupción y del despotismo de estas organizaciones seguirá.
Parece que juzgamos con severidad la posible falta de integridad en los comportamientos de corporaciones empresariales. Ponemos en duda los escrúpulos de los accionistas, altos directivos, e incluso la reputación corporativa.
Con esta doble vara de medir, ¿dónde se quedó el compromiso de los ciudadanos, del que tan frecuentemente hablamos?
El silencio como estrategia del olvido
Sabemos del peligro que corren, y han corrido, algunos deportistas en sus países, entre otros. Casi nadie, y me refiero a los protagonistas de esa orgía de satisfacción vivida, es decir, futbolistas, federaciones, mandatarios, etc., ha hecho el más mínimo comentario, sobre la pena capital a la que han sido condenados. Al menos no con la contundencia de otras ocasiones. Adoptan el silencio como estrategia del olvido.
Este no es el concepto de silencio que nos propone Heidegger en su obra «Ser y tiempo», como una dimensión fundamental de la existencia humana y una experiencia que permite un encuentro más profundo con uno mismo, con el ser y con el mundo.
Menos mal que ya ha pasado, y lo que es más conveniente, se ha olvidado.
¿Quién es responsable de esto? ¿Tú, que has quedado con tus amigos a ver “sólo deporte»? ¿Tú que has leído, escuchado o polemizado con esto? No quiero demonizar a nadie, pero algo nos toca.
Tranquilo, no pasa nada. Quizá no recordemos dónde está la responsabilidad que cada ciudadano debe tener con la sociedad, con su cultura, con los valores esenciales del ser humano. El compromiso es una obligación contraída, y debemos encontrar la habilidad de responder de ello, todos, y no sólo los líderes.
El valor del compromiso y la cultura corporativa
El filósofo Martin Seligman, sugiere que es a través del compromiso cuando encontramos un sentido profundo de satisfacción, realización y bienestar en nuestras vidas
Quizá mañana le hables a tus colaboradores de esto, de cultura corporativa, de valores. De lo importante que es para el equipo y para la compañía que se comprometan y puedan así alcanzar los resultados deseados.
El compromiso es la base sobre la que se asientan los equipos, los colaboradores, los líderes. Y es la base para la atracción del talento que tanto escasea hoy.
Tú verás el nivel de integridad que despliegas. En eso, consiste el liderazgo, en lo que haces, no en lo que crees que sabes, aunque se te olvide. Colectivamente, está claro que apenas estamos comenzando a visualizar las consecuencias del cambio de era y de modelo de esta revolución 4.0.
Por esto, es tan complejo encontrar líderes, que sepan dónde se quedó el valor del compromiso.
¡La responsabilidad es tuya!