Ya sabes, ¡la gente no cambia!

Esta semana he facilitado la segunda  jornada de coaching de equipo con el comité de dirección de una importante multinacional francesa. Hemos abordado aspectos relacionados con la gestión y adaptación al cambio. Fantástico equipo, con ambición y talento para seguir aprendiendo y creciendo. Es un privilegio trabajar con vosotros. Gracias.

A lo largo de la sesión, alguien compartió una exclamación que le vino a la memoria: ¡ya sabes, la gente no cambia!

De forma recurrente, escucho este comentario cuando nuestros clientes abordan alguna situación compleja que tiene que ver con la relaciones interpersonales, o las que mantienen con colaboradores, compañeros o directivos. También es habitual escucharlo en conversaciones coloquiales. Curiosamente, casi siempre se refiere a la necesidad de que cambie el otro, por supuesto.

El cambio, es la única variable que ha estado presente en la evolución humana. Además, lejos de mantenerse constante, es función de la velocidad a la que se produce. Y ahora es muy alta. Quizá la más alta de nuestra historia, en este mundo VUCA. Y lo será más, aun.

Lo que es obvio, es que cambiamos. Por ejemplo, envejecemos. Pero cuando se presentan dificultades al cambio, nos referimos casi siempre al cambio relacionado con rasgos de la personalidad.

Personalidad es una palabra que se usa para describir rasgos que son coherentes en el tiempo y el espacio. En definitiva, es un patrón de actitudes, pensamientos, sentimientos y repertorio conductual que caracteriza a una persona, y que tiene una cierta persistencia y estabilidad a lo largo de su vida.

Por ejemplo, esperamos que una persona altamente extravertida sea ​​extrovertida en su casa, en la universidad o en el trabajo. Si bien la personalidad no es un predictor perfecto del comportamiento, nos da una idea general de cómo es probable que alguien piense y actúe.

Lo curioso, es que esta semana he tenido la ocasión de leer el artículo del Dr. Seth J. Gillihan, titulado “Do people really change?”, en el que se exponen algunas conclusiones interesantes del estudio que han realizado Roberts, Brent W. y su equipo, publicado en Psychological Bulletin (5 de enero, 2017), sobre el cambio de personalidad que se producen a lo largo de una intervención.

El estudio viene a evidenciar algunas conclusiones que empezamos a tener claras y que no son nuevas. Robers y su equipo, señalan que la personalidad puede cambiar durante largos periodos de tiempo. Por ejemplo, tendemos a ser más responsables y emocionalmente estables a medida que envejecemos. Es un proceso natural a lo largo de los años.

La gran pregunta es si los tratamientos, hablando en el más amplio concepto de la palabra, pueden cambiar la personalidad en un corto periodo de tiempo. El estudio se enfoca en los cinco grandes rasgos de la personalidad: extraversión, estabilidad emocional, apertura, consciencia y agradabilidad.

Roberts y su equipo han analizado más de 200 estudios, en los que se midieron estos rasgos de personalidad, antes y después de las intervenciones (tratamiento médico y terapéutico), y en el que además, se añadió un grupo de control. Las conclusiones son cinco:

  1. El tratamiento puede cambiar la personalidad, con cambios a corto y medio plazo.
  2. Los cambios de personalidad se mantienen a lo largo del tiempo, seis meses después, o incluso un año o más.
  3. Algunos de los rasgos de personalidad analizados responden mejor a los tratamientos. Por ejemplo, la estabilidad emocional es el que mejor responde, y la apertura a nuevas experiencias, el que peor. El segundo mayor cambio es el de la extroversión. Los autores señalan que estas diferencias en los resultados se pueden deber hacia qué se dirige el tratamiento. Por ejemplo, para tratar la ansiedad o depresión, el tratamiento se centra en aumentar la estabilidad emocional.
  4. Una amplia gama de intervenciones conduce al cambio de personalidad. Aunque las terapias cognitivo-conceptual y de apoyo tiene efectos más grandes, otras intervenciones también fueron efectivas, como la medicación, aunque esta es la que tiene un menor efecto.
  5. La transformación personal depende del “para qué” la intervención. Las personas tratadas por ansiedad o trastornos de personalidad son las que experimentan un mejor cambio, frente a los tratamientos por trastornos alimenticios o adicciones, por ejemplo.

El cambio es posible

¿Qué conclusiones podemos extraer de todo esto? Primero, como sugieren los autores, las personas podemos modificar nuestra personalidad con mayor rapidez de la que pensamos. Se puede cambiar de modo apreciable hasta en cuatro semanas. Segundo, es imprescindible que estos cambios estén enfocados a un objetivo.

El Dr. Gillihan concluye: “Si piensas iniciar una terapia porque no eres la persona que solías ser, los beneficios del tratamiento son claros: te sentirás mejor porque serás una mejor versión de ti mismo”

Aunque aquí se recoge únicamente la experiencia terapéutica, está contrastado que en otro tipo de intervenciones fuera de este marco, por ejemplo el coaching ejecutivose producen cambios observables, efectivos y duraderos a lo largo del tiempo, que impulsan a la persona a desplegar el comportamiento deseado. En estos procesos, se trabaja de forma rigurosa y programada, aspectos relacionados con el modelo de observación de la persona (creencias, juicios, etc.), con su gestión emocional, y con la capacidad de acción. De este modo, focalizado en un objetivo, el coachee, comprometido con el cambio, va transformando su capacidad de actuar y de ver de modo distinto, modificando comportamientos y convirtiéndose en la mejor versión de si mismo,

Claro que la gente cambia. Eso sí, si quiere.

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Javier Alonso